Para conocer apenas
lo que se fue con un día,
la llama ardía y ardía.
Para saber lo que cantaba,
la voz sola, callaba
y se matenía en vilo
la nota del Miserere, viva.
Y corría el silencio
porque no cabía
y se le escuchaba clamar.
Sostenido y bemol.
No sabía más,
fue todo lo que vio.
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