Se dejaba abrazar



El mar y tus ojos,
tus ojos y el mar,
causaban en mi tibieza,
melancolía inquieta y cierta tristeza.
Como el bosque verde,
al desierto pálido
al desconocido páramo.
Un vigor era, que en su mirar
lejos de ser ficticio se dejaba abrazar.
El camino al que llevaban,
indigno corazón
de su inventada amada
motivo de sinrazón.
Estuvo, chiflado una vez
de recuerdos y grabados
ignorante y perdido
titubeante y callado
sin escuchar tu voz.

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