Ya no se quedan los pasos
en la nieve,
como antes de verte.
No cantan las ranas
a su mañana.
No camina el pastor,
por su cañada.
Ya no abre el mirlo
el áspero membrillo.
Ya no parecen de nácar
las blancas aguas.
Ya no saben tus besos
a alcaparras.
Ya no extraño el calor
de tu llamada.
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